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Existía un halo de misterio alrededor de los jueces. Al menos en la República Argentina.

 

Casi deidades, o así ellos mismo se consideran, han demostrado que la falibilidad humana no les es ajena.

 

Una sentencia es motivo  de alegría , de enojo y eventualmente, de apelación.

 

Pero que pasa en ese triángulo donde confluye el Juez, el ser humano litigante y la resolución?

 

Que el Juez puede errar. Que la Camara puede errar. Que la Corte puede errar. Eso es la vida.

 

Pero lo mas dramático sucede cuando, tiempo después lo que uno de las partes alegó y fue desestimado, se prueba como real y que de haberse develado con antelación, habría cambiado el curso del litigio en términos de la resolución judicial. No hay ya solución, la justicia argentina no tiene una instancia de “introspección”.

 

No hablo de corrupción, porque no voy a adentrarme en terreno fangoso. Hablo del simple y llano error judicial.

 

Ese caso que , con los años, le llegó un nuevo documento, una nueva prueba , un nuevo testigo. O simplemente el tiempo demostró lo erróneo de la resolución.

 

Hemos tenido hechos dramáticos como menores que murieron a manos de aquellos a quienes se les había otorgado la patria potestad. Error judicial, si, claramente. Sea o no que la corporación judicial lo admita.

 

Pero esta página no quiere ser utilizada donde el drama ya es lo suficientemente doloroso. Perder un hijo por un error judicial es algo de lo cual no se vuelve. La admisión del error sería un paso adelante. Al menos, esa muerte absurda, serviría de aprendizaje.

 

Pero esta página está dedicada a recibir aquellos casos civiles y comerciales donde con el transcurrir del tiempo, se podía demostrar que la resolución judicial había sido claramente errónea.

 

El objetivo es el aprendizaje, tal vez algún día, el Poder Judicial sea lo suficientemente valiente para admitir esos errores. O no. Pero al menos, los abogados habremos sembrado en post de una sociedad mejor.

 

Si a usted colega, le sucedió, anímese. El primer caso será el mío. Y no de un cliente. Un caso mío. Y fue la razón para convertirme en abogada.

 

Gracias.

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